La región patagónica es un circuito de paisajes inolvidables, de recorridos que deslumbran a los miles de turistas que año tras año encuentran en ella un territorio cuya extensión termina definitivamente en lo que se ha dado en llamar la senda hacia El fin del mundo. En ese recorrido es posible descubrir el “Expreso Patagónico La Trochita”, una formación histórica.
Don Andrés Rearte, abrigado con un poncho mapuche de lana de oveja, recuerda cuando en sus tiempos mozos fue guarda de esto que el llama “el eslabón que le dio sentido a mi vida”: La Trochita. Y también añora cuando el trencito de la ciudad de Esquel comenzó a rodar a lo largo del tendido de 402 kilómetros de vías angostas, así como el cuidado de suministrarle leña para mantener encendido el hornillo ubicado en uno de los vagones. Se trata de un viejo trayecto que tiene 600 curvas y atraviesa el valle ubicado al pie del Cerro Nahuel Pan, zigzagueando entre los campos áridos y las montañas de ese territorio.
¿Pero qué encierra la historia de la famosa Trochita? Pues nada más ni nada menos que a un faraónico proyecto que desde los inicios del siglo XX proyectaba extender la red ferroviaria nacional hacia la Patagonia, uniendo el Océano Atlántico con la Cordillera de Los Andes, a través del tendido de la red ferroviaria del Ferrocarril General Roca. Como muchos otros proyectos de nuestro país, aquella idea, que perteneció al entonces ministro Ezequiel Ramos Mejía, quedó trunca por diversos motivos. Finalmente, después de 23 años y al cabo del tendido vial, comenzó a funcionar La Trochita, desde la localidad de Ingeniero Jacobachi, en Río Negro, hasta la ciudad de Esquel, Chubut, dejando de esta manera unidas a las dos provincias.
Gracias al incremento turístico, tanto el nacional como el llegado desde el exterior, La Trochita cobró importancia internacional. Miles y miles de turistas disfrutaban, antes de la pandemia, de este paseo que une a generaciones de visitantes.
Todo esta como era entonces. Tal vez por eso La Trochita tenga el encanto que tiene. Sigue con sus duros asientos de madera y la estufa a leña, la cual los viajeros usan para calentar el agua para el mate. Ese vagón es siempre el más requerido de todos porque sintetiza el alma del Expreso. La primera Trochita llegó a la ciudad de Esquel el 25 de mayo de 1945 pero funcionó como un servicio de carga. Durante varios años fue utilizada para transportar material para la construcción de la represa de Futaleufú, lo que alentó el desarrollo del Maitén, dónde se hacía el mantenimiento de las locomotoras. Hoy en día el trencito cubre un recorrido entre Esquel y Nahuel Pan, y en 1999 el gobierno argentino la declaró Monumento Histórico Nacional.
El viejo Expreso Patagónico ganó popularidad gracias a la película “Flores amarillas en la ventana”, dirigida por Víctor Jorge Ruíz, con la actuación Arturo Bonín; y luego por el film “Guerreros y Cautivas”. Actualmente, muchas de la excursiones ya vienen armadas desde el exterior, sobre todo de Estados Unidos y países europeos.
Tanto la provincia de Chubut como la de Río Negro han realizado verdaderos esfuerzos para mantener la línea en funcionamiento, y el 21 de septiembre de 2018 se reactivó otro tren patagónico: el que une Ingeniero Jacobacci con Ojo de Agua. Antes de la pandemia, quienes visitaban turísticamente Esquel no escapaban a la tentación de este viaje, que permite un descanso en Nahuel Pan, dejando abierta la posibilidad de comprar productos artesanales fabricados por artesanos del lugar.
#Argentina cuenta con varios ferrocarriles turísticos australes: La Trochita; el tren de Río Turbio, que cubre el trayecto con Río Gallegos; y el más austral de todos, El Tren del Fin del Mundo, que funciona en la ciudad de Ushuaia, capital de la provincia de Tierra del Fuego e Islas del Atlántico Sur.