Durante las últimas dos décadas se ha acrecentado la tendencia de generar productos naturales que reemplacen a derivados del petróleo. Esto va más allá del mundo de los aceites, sino que apunta a productos de nicho de muy alto valor: resinas, látex, aceites esenciales, de uso medicinal, entre otros. Argentina se caracteriza por ser un productor de grandes cantidades de aceites, principalmente obtenidos a partir de la soja.
Cuando en el mundo empezó a crecer la demanda de biodiesel, Argentina estaba muy bien parada, ya que contaba con la materia prima -la soja- que representa el 85% del costo del producto final. Así, nuestro país se posicionó rápidamente como un gran productor de biocombustibles. A partir de esta explosión se logró exitosamente ingresar en los distintos mercados mundiales, algo que al día de hoy se mantiene, aunque con mayores restricciones.
Recientemente, IATA se planteó como meta reducir las emisiones de carbono generadas por los aviones, responsables de aproximadamente el 5% de las emisiones contaminantes. El objetivo, ambicioso, es reducir la huella de carbono de los aviones a la mitad para el año 2050. Para ello han ido tras tres variables: lograr un mejor diseño de las aeronaves, mejorar la logística y con el uso de biocombustibles para sus aviones. Y ahí es donde comienza lo interesante.
En aviación no se usa biodiesel, sino un compuesto diferente, conocido como biojet, que requiere de procesos de producción más complejos y que, como el biodiesel, se mezcla con el combustible tradicional. De alcanzar la meta autoimpuesta por IATA, para 2050 serán necesarias 400 millones de toneladas de aceite por año para abastecer al transporte aéreo.
En la actualidad la producción es de 200 millones de toneladas, por lo que no solo no alcanzaría, sino que la duplicaría. A partir de esta posible demanda es que surge la necesidad de obtener aceites de otras fuentes. Una opción son los aceites residuales: cebos que no son de uso alimenticio, aceite vegetal usado y descartado y otros residuos. Pero eso no alcanza.
La acrocomia totai, conocida vulgarmente como coco o bocayá en guaraní es una especia nativa de la Argentina y se la puede encontrar en Corrientes, Misiones, Chaco, Formosa y norte de Santa Fe. También en Paraguay, y es prima hermana de la acrocomia aculeata, presente en Brasil. Estos dos países cuentan con mucha más experiencia que la Argentina en este campo.
En el caso de los paraguayos, la explotan desde hace más de 70 años y poseen una industria establecida en torno a ello, que produce aceite principalmente con fines cosméticos. Brasil, por su parte, viene trabajando hace años y está a la vanguardia de este mercado. Gracias a inversiones propias y extranjeras, proyectan plantar un millón de hectáreas con estas palmeras, sin avanzar sobre la selva, y con mínimo impacto ambiental.
Diego Wassner es Docente e Investigador en la Facultad de Agronomía de la UBA. Desde hace muchos años se ha especializado en biocombustibles y cree firmemente que Argentina tiene el potencial para generar cultivos a gran escala de esta especie de palmera, con el fin de exportar biojet hacia el mundo y abastecer la potencial demanda.
Del fruto de la palmera se pueden extraer dos tipos de harinas y dos tipos de aceites, uno de ellos, adecuado para el desarrollo del biojet. Según estudios realizados, en su madurez –a partir del quinto año-, se puede obtener un rinde de entre 20 y 25 toneladas por hectárea. El fruto es aproximadamente del tamaño de una pelota de golf y tiene un peso seco de alrededor de 15 gramos. Entran entre 400 y 500 plantas por hectárea, dejando espacios de entre 4 y 5 metros entre una y otra. Claro que estas medidas son ajustables en base a las condiciones que requiera el productor, para combinarlo con su actividad principal, sea otros cultivos o ganadería. Según Diego, la principal contra es la inversión inicial que debe hacerse y el saber que los resultados no vendrán antes de los cinco años.
“En la actualidad tenemos todavía poca superficie plantada, aunque hay interés cierto de empresas productoras de biojet para realizar inversiones en el país. En Paraguay actualmente se está construyendo una planta para la producción de biojet, con fondos de capitales europeos, estadounidenses y brasileños, con un costo aproximado de 1000 millones de dólares. Se estima que estará terminada dentro de dos años, y no usarán soja, girasol ni ningún aceite que sea comestible, por lo que será una aspiradora de materia prima, que habrá abastecer. Por motivos lógicos, lo vimos como una gran oportunidad para la Argentina. Nuestro país es un jugador agrícola mundial y tiene todo para ser un potencial productor de este cultivo.”, cierra Diego con tono esperanzador.