Supo ser un orgullo para el deporte argentino y un lugar plagado de historias de todo tipo, pero, por falta de mantenimiento, su estado pasó a ser casi de abandono. Hace algunos años sus dueños y el GCBA se pusieron como meta restaurarlo para ponerlo en valor y los resultados están a la vista.

El Autódromo de la Ciudad de Buenos Aires es uno de esos lugares únicos, encantadores. Así no se pertenezca al mundo del automovilismo, sus dimensiones, leyendas y los rincones que se descubren paso a paso, dan cuenta de una rica historia que excede lo deportivo y que cautiva a todo aquel que la conozca.

Corrían los primeros años de la década del ’50 y Argentina ocupaba los primeros planos del automovilismo mundial, con Juan Manuel Fangio y José Froilán González como máximos referentes. El Presidente de ese entonces, Juan Domingo Perón, conocedor de la importancia del deporte para su gestión, les consultó qué podía hacer para ayudarlos a que continúen los éxitos. La respuesta certera de Fangio y Froilán fue: “General, sería bueno tener un autódromo en Buenos Aires”. Y Perón actuó rápido. Así, en 1952 bajo el nombre de 17 de Octubre se inauguró este recinto cuya historia –y presente- es digna de contarse en un libro. Más tarde pasaría a llamarse Autódromo Municipal, luego Oscar Alfredo Gálvez, en reconocimiento al gran piloto argentino; y por último se sumó a su hermano Juan a la nómina, por lo que quedó bautizado oficialmente como el Autódromo Oscar y Juan Gálvez.

El Autódromo guarda algunos detalles de color, desconocidos para la mayoría. Por ejemplo, en sus 189 hectáreas de terreno se encuentra el mayor espejo de agua de la Capital Federal. Y en ellas alberga además elementos increíbles, históricos, como la estatua de un ciervo o el podio original, al pie de la tribuna oficial, a la que se puede acceder aún por el ascensor construido especialmente para una ya convaleciente Evita. Incluso se habla de espíritus que tanto de día como de noche merodean por las oficinas y boxes.

Y también, claro, otros tantos lugares que generan especial orgullo: el centro de entrenamiento para pilotos, de última generación, con especialistas de distintas materias que atienden en forma permanente a todos los deportistas que concurren; el hospital, que también funciona en forma permanente; la nueva sala de control, al nivel de las mejores del mundo; y el nuevo helipuerto y hangar dónde funcionará una escuela para pilotos de helicópteros.

El gran sueño de Mahia, de Ramírez y todo el automovilismo argentino es traer una categoría internacional al Autódromo. Y cuando se habla de automovilismo internacional, si bien hay varias categorías posibles, la mente se concentra solo en una: la Fórmula 1. ¿Qué hace falta para poder tenerla en Buenos Aires? “El mayor requerimiento que pide la Fórmula 1 no es la pista, es la conectividad, que nosotros la tenemos, a diferencia de otros circuitos. Va a pedir dos aeropuertos y más de 3200 habitaciones de hoteles cinco estrellas, que Buenos Aires las tiene. Es decir, el entorno, lo más difícil, está. Y claro, también hay que cambiar el asfalto, adaptar el trazado. Además, Buenos Aires tiene mucha historia en la Fórmula 1 y ese es otro punto a favor.”, comenta Ramírez. “Hay muchos factores que se tienen que dar para que esto suceda e implica el esfuerzo de muchos sectores. Pero sería algo épico. Para ello debemos seguir mejorando en cuestiones de infraestructura: tenemos que hacer una obra eléctrica grande, acondicionar el sector de boxes, mejorar los mixtos, entre otros. El gran objetivo en este aspecto es repavimentar la pista. Eso sería jugar en las ligas mayores.”, agrega Mahia.