Historias
Clubes Sociales: Culto a la amistad
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Por Lucas Argüelles
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¿Quién no soñó con tener un lugar propio para disfrutar de la vida con sus amigos? Torneos de truco, noches interminables, asados. Bueno, hubo gente que no se quiso quedar con las ganas. Bienvenidos al mejor de los mundos.

Para muchos un club social puede parecer algo de otra época, cuando había más tiempo para todo y el simple hecho de sentarse a charlar con amigos era quizás la principal actividad fuera de lo laboral. Pero por suerte hay gente que no se resigna a que esas costumbres desaparezcan.


Desde hace algunos años –algunos más que otros- existe en San Isidro un grupo de clubes sociales, fundados por gente joven que soñó con tener un lugar propio, con códigos propios, para disfrutar entre amigos, crear una identidad, un sentido de pertenencia, y trabajar para fortalecerlo.


Representantes de cada club en una de las jornadas de las Olimpíadas de las ASICS
Representantes de cada club en una de las jornadas de las Olimpíadas de las ASICS

El 300, el 8 de Febrero y el PUDE son tres de estos clubes. Y tienen muchas cosas en común. Para empezar, los tres quedan en San Isidro, en la zona norte del Gran Buenos Aires. Es más, están en un radio de distancia de menos de 20 cuadras uno del otro. Todos ellos cuentan con una Comisión Directiva, todos tienen socios y socias, y desarrollaron una organización propia para cubrir sus necesidades. Se cobra una cuota, hay tareas asignadas, eventos abiertos y cerrados. También tienen las mismas dificultades, según sus propios referentes: por más linda que suene la idea, siempre es necesario un compromiso de todos los socios de cumplir con las normas y, sobre todo, de participar y generar iniciativas. Y no siempre es fácil.


Una de las cosas más especiales que une a estos clubes, que tienen una relación de amistad y camaradería, es una competencia conocida como las Olimpíadas de las ASICS, la Asociación SanIsidrense de Clubes Sociales, que se se lleva a cabo todos los años desde hace una década. Son tres fechas durante la segunda mitad del año en las que se disputa un certamen de truco en cada una, y además hay tres disciplinas rotativas: metegol, pool y ping pong. Los clubes eligen a sus representantes para vestir los colores en cada disciplina y les toca ser anfitrión en una de las fechas, ya que todos cuentan con las instalaciones necesarias para poder hacerlo. En cada jornada se disputa un trofeo y, por supuesto, hay un campeón de la general, que tendrá la gran copa en sus vitrinas por lo menos hasta el año siguiente. Además se organizan encuentros y competencias de fútbol, golf y, básicamente, todo lo que se pueda coronar con un asado y unas cervezas.


Tercer tiempo post encuentro futbolístico
Tercer tiempo post encuentro futbolístico

Cuando se cuenta todas estas cosas mucha gente oscila entre creer que es todo una estupidez o una gran genialidad. Sin puntos medios. Pero en el fondo son simples excusas, canales, para mantener el verdadero factor en común que tienen estos clubes: el culto a la amistad y a pasarla bien entre amigos.


Le presentamos a cada uno de ellos.

8 DE FEBRERO
Image icon8 DE FEBRERO
8 DE FEBRERO
8 DE FEBRERO
8 DE FEBRERO
8 DE FEBRERO
8 DE FEBRERO
300
300
300
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PUDE
PUDE
PUDE
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PUDE
PUDE
8 DE FEBRERO
300
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8 DE FEBRERO

300


El 300 es un club con 70 años de vida y, por lejos, el más longevo de este grupo. Aunque el inicio de la historia se remonta a un par de décadas aún más atrás, cuando en 1935 se forma el San Isidro Club, un desmembramiento del Club Atlético San Isidro. Fue tanta la rivalidad y el recelo entre ambas instituciones que los socios de una ya no podían acudir a la sede de la otra. Entonces se pensó en armar un club social aparte, “neutral", para que los amigos de la zona se pudieran seguir juntando a jugar a las cartas y comer asados.

Durante muchos años las reuniones se dieron en un bar en la Avenida 25 de Mayo, en el corazón de San Isidro, a dos cuadras del CASI. Allí, un grupo de 12 amigos, recordados como “Los 12 Apóstoles”, fueron los que tuvieron la idea inicial de formar el club, algo que luego extendieron a otros amigos y gente afín para poder alcanzar una cantidad mínima. El primer estatuto se redactó en el mencionado bar y un 14 de diciembre de 1955 -misma fecha en la que 20 años antes se había fundado el SIC- nació formalmente el 300, que debe su nombre a que esa podía se la cantidad máxima de socios. Un año más tarde se compró la casa que estaba en frente del bar para que sea la sede social, en 25 de Mayo 315.

Durante muchos años el club fue creciendo en socios y amigos, esencialmente del mismo grupo y del mismo rango etario. Con el tiempo, los fundadores ya no tenían el tiempo necesario para mantener la casa y darle vida al club, por lo que años después comenzó a ser parte una segunda camada de socios, más activa y con más empuje. Había mucho para ocuparse: cuentas, empleados, cuestiones edilicias. Ahí fue importante la figura de Germán Bincaz, perteneciente a esta segunda oleada, y que terminaría siendo un referente y presidente del club durante más de una década.

No hace mucho se convocó a una tercera camada de socios, nietos de los fundadores, la cual comenzó a involucrarse activamente en la remodelación que la sede demandaba, su mantenimiento y la vida social del 300. De esta manera, en 10 años el club se renovó casi por completo.

A esta última camada pertenece Benja Alsina, actual presidente del 300. “La esencia del club es la amistad y su razón de ser es que este grupo de amigos pueda seguir fomentándola. Eso es lo más lindo que tiene. Si vamos a lo material, la sede, sin dudas. Pero sin la gente solo sería una linda casa vacía. Nuestro objetivo es que los socios lo usen y lo disfruten”, comenta.

“Cuando la gente entra al club, a esta casa, no lo puede creer. Nos preguntan qué hacemos, cómo lo hacemos, cómo la tenemos. Todos quedan sorprendidos, maravillados”. Benja Alsina, Presidente del 300

Es que la sede es motivo de orgullo para los socios del 300. Y con razón. Hace algunas décadas la casa estuvo cerca de venderse para realizar un desarrollo inmobiliario. Esto no solo hubiese dejado buenos fondos para los socios, sino que además la desarrolladora se había prometido entregar un piso del nuevo edificio para que el club siga funcionando allí. Todos los socios estuvieron de acuerdo, todos salvo uno; y eso, afortunadamente, bastó para frenar la iniciativa y mantener la sede, orgullo del 300 y de San Isidro, que la nombró Patrimonio Histórico, protegiéndola para siempre.


Si bien durante muchos años supieron ser poco más de 30, en la actualidad el 300 tiene más de 100 socios, de entre 20 y 70 años de edad, muchos de ellos nietos de los fundadores y gente cercana. La casa tiene actividad casi todos los días. Dentro de los socios hay grupos que eligen juntarse los lunes, otros lo martes, muchos los jueves, los domingos suelen ir las familias. Y los miércoles son sagrados. Esa noche, socios y amigos se convocan para ir a comer algo en el patio del club mientras ven tocar a alguna banda.

“Para muchos de nosotros es como una segunda casa. Acá festejamos cumpleaños, casamientos y aniversarios desde que tenemos memoria. Es un lugar de muchos recuerdos de la infancia. Hoy voy a los cumpleaños de los hijos de mis amigos y pasa lo mismo. Los veo y creo que ellos van a tener los mismos recuerdos y ese cariño por el club que nosotros tenemos”, agrega Benja.

IG: @clubsocial300

8 DE FEBRERO


El 8 es el club más joven de los tres protagonistas de esta historia y surge de la mano de un grupo de más de 30 amigos, compuesto mayormente por chicos egresados de los colegios Pilgrims, San Esteban y Goethe.

¿Cómo nació? Un par de años antes de su fundación, tres integrantes de este grupo se mudaron de las casas de sus padres a un modesto pero gauchito chalet en Las Lomas de San Isidro, en la calle Jacinto Díaz. Este lugar, como no podía ser de otra manera, pasó a ser el punto de encuentro obligado para todos los amigos, que en su gran mayoría rondaban los 30 años de edad. Inevitablemente, todos los sábados y domingos –y otras noches de la semana también-, algunos de ese grupo se reunían en la casa a comer un asado, tomar algo, jugar a las cartas o lo que fuera. Básicamente, a seguir disfrutando de su amistad.

“No la podemos dejar ir”, era el sentimiento general cuando el final del contrato de dos años de alquiler era inminente. Una tarde de fin de semana, en un living cualquiera y filosofando baratamente, uno de ellos deslizó la primera idea que, sin saberlo, sería la piedra basal de la iniciativa: “¿y si fundamos un club social?”. Con esa chispa, el fuego ya se había prendido.

Después de interminables charlas y debates de cómo deberían ser todos los aspectos que rondaban la idea, y no sin antes blanquear la situación con la dueña de la casa, un 8 de febrero de 2012 se llevó a cabo la primera asamblea, los 32 socios fundadores firmaron el estatuto y el club tomó vida.

“La esencia del club es la amistad. Fue fundado por amigos que quisieron tener un lugar para poder compartir momentos entre ellos y con gente nueva”, comenta Hernán Woodgate, actual presidente del 8 de febrero. “Obviamente, el club fue evolucionando a medida que nosotros fuimos creciendo. Si bien la esencia no cambio tanto, en un inicio la dinámica era totalmente diferente. Éramos todos más jóvenes y lo que más queríamos era divertirnos: hacer asados, reuniones, organizar fiestas. Hoy eso cambió, pero el fin sigue siendo el de poder encontrarnos en este lugar que construimos entre todos y tanto queremos”.

“Es muy loco ver la reacción de la gente cuando llega y sobre todo cuando se va del Club. No lo pueden creer. Más allá de la sede, que les encanta, es como que ven plasmado el sueño que siempre tuvieron con sus amigos. El 8 tiene una onda especial y la gente lo siente cuando está acá”. Hernán Woodgate, Presidente del 8

En la actualidad, el club que tiene a un zorzal con un ala rota como insignia tiene cerca de 60 socios. A diferencia del 300, no cuenta con sede propia, sino que alquila. Tras cuatro años en la primera sede en Jacinto Díaz, recaló por otros cuatro en una casona antigua con jardín y pileta en la zona residencial de Beccar, y en la actualidad está ubicado en el centro comercial de San Isidro, en Alsina 62, a media cuadra de la Avenida Centenario. Se trata de una sede mucho más propicia para las necesidades del club y en una zona con una dinámica que favorece mucho más a la convivencia con los vecinos. “Nos fuimos acomodando a los distintos lugares que fuimos teniendo, con sus pros y sus contras. Hoy estamos muy cómodos, en un lugar ideal y el club funciona casi solo”, agrega Hernán.


El 8 está abierto todos los días –con sus respectivos horarios y reglas- para todo aquel que lo quiera visitar, siempre de la mano de algún socio. Se puede reservar la parrilla o todas las instalaciones para eventos personales como cumpleaños o festejos; se puede ir a trabajar durante el día y cortar con un asadito. Los socios fundadores suelen copar los miércoles, mientras que jueves, viernes y sábado son las noches más concurridas.

“Lo más lindo que tenemos hoy son los socios. Aman el club y están comprometidos con él. Es verdad que a veces cuesta la gente se involucre, por cuestiones lógicas: todos tenemos trabajos, familia y otras ocupaciones. Pero cuando el socio está, se nota y mucho. Por eso es importante que participen”, cierra Hernán.

IG: @club8defebrero

PUDE


Lo primero que llama la atención de este club es el nombre. Y cuando se escucha la explicación, no queda otra que rendirse ante la genialidad de la invención: PUDE es en realidad una sigla y quiere decir Por Un Domingo Eterno. Toda una declaración de principios.

La idea de este club comenzó a gestarse entre 2001 y 2003 cuando muchos integrantes de un grupo de amigos, producto de la crisis económica, se fueron a vivir fuera del país. Ante cada despedida, en esos viajes de vuelta desde Ezeiza, se hablaba de crear algo que ate a todos los del grupo a la Argentina, que nos lo dejara ir o que, al menos, los obligara a volver. Un bar, un club, un lugar de encuentro, con tareas específicas para cada uno. Hasta que alrededor de 2005 esta banda de amigos, compuesta principalmente por egresados del colegio San Juan y Labardén, decidieron encarar firmemente la cuestión.

Poco más de un año después, en abril de 2007, 32 amigos fundaron entonces el PUDE, que tuvo su primera sede en la carpintería de Rulo, el socio número uno, en el Bajo de San Isidro. Un par de años después, en octubre de 2010, cuando Rulo se mudó de ese lugar, pasaron a la casa de al lado, que era de la misma dueña, en lo que es la sede actual.


En la actualidad el PUDE cuenta con alrededor de 75 socios activos y su lema es “El único lugar donde todo es alegría”. “¿Por qué decidimos fundar un club? Al no vernos reflejados en ninguna propuesta de las que había, decidimos hacer la nuestra. Buscamos tener un lugar para nosotros, que sea de todos, para todos y cuidado por todos”, dice Julián Cuco Bourse, quien fue presidente del PUDE durante los primeros diez años de vida del club. “La idea del club es fomentar valores como la amistad, la confianza. Siempre decimos que es un lugar donde queremos que las alegrías se multipliquen y las tristezas se dividan”, completa.


El PUDE es un club abierto todos los días para todos los que quieran ir y hacer uso de las instalaciones. Pero el jueves es el día especial, o la noche, mejor dicho, a la que se invita a todo aquel que quiera pasar a comer unas hamburguesas y tomar algo. Tiene una relación activa con otros clubes, de todo tipo y tamaño; de la zona norte, de Buenos Aires y del interior del país, con los que realiza encuentros sociales y deportivos.

“Creo que es la mejor idea que un grupo de amigos puede llegar a tener en su vida. Es algo único e irrepetible, una locura. Representar al PUDE, algo creado por nosotros, en una competencia, de lo que sea, ya es algo increíble. Que exista, que sea conocido, ya es un orgullo.” Cuco Bourse, referente del PUDECuco Bourse

Actualmente, y por primera vez, en su Comisión Directiva no hay ningún socio que sea del riñón del grupo fundador del PUDE. Esto se ve como algo promisorio de cara al futuro, con el fin de que la iniciativa trascienda a sus fundadores. Otro objetivo importante para el PUDE es poder llegar a ser propietarios de su sede y también tener un predio propio donde poder desarrollar actividades deportivas con una eventual ayuda de la Municipalidad, aunque esto suene lejano.


“Cuando la gente cruza esa puertita, obviamente, se sorprende. Se encuentra con un Brasil. Siempre digo que el PUDE es un lugar muy brasileño: hay color, hay alegría, gente con buena onda. Eso es impagable y la gente lo percibe. Eso es lo más lindo, la energía que tiene el lugar”, completa Cuco.


IG: @pudeclubsocial
Publicado 11/02/2025
Por Lucas Argüelles
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