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Agustín Martínez: Artista del cuero
Por Lucas Argüelles
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Con poco más de 40 años es, probablemente, el mejor soguero del país. Prácticamente un autodidacta, comenzó hace más de 20 años a realizar artesanías en cuero y hoy su marca, 32 Tientos, es un referente de esta actividad tan típica de nuestro país. Bienvenidos al mundo de Agustín.
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Tené siempre a mano contenido exclusivo y de alto valor para conectar con nuestra Argentina querida.
Agustín Martínez tiene 42 años y vive con su mujer y su hija en Parada Robles, una zona de casas y quintas ubicada en el partido de Exaltación de la Cruz, a 80 kilómetros de la Ciudad de Buenos Aires.

Cuando se abre la tranquera del lugar es como que cambia el aire y se entra a un mundo especial. Un parque lleno de árboles y plantas de distintas especies en el que conviven varios perros, gallinas, un par de yeguas y hasta un estanque con peces; en el que también una huerta que produce todo el año; una cancha de bochas, otra de volley, juegos para chicos, y, al menos, tres espacios para cocinar algo a la parrilla. Claro, también hay una casa principal, un taller para trabajar en sus artesanías y una carpintería. Todo eso en un espacio de una hectárea. Salvo la casa principal, todo lo anteriormente mencionado Agustín lo construyó con sus manos.

A las claras, es un tipo diestro. Y metódico. De otra manera no podría llevar ese tipo de vida, que implica –un poco por necesidad y otro poco por gusto- levantarse entre las 4 y las 5 de la mañana y trabajar entre 8 y 12 horas diarias, además de cumplir –otra vez, un poco por necesidad y otro poco por gusto- con todas las actividades de la casa.

Agustín es el hombre detrás de la marca 32 Tientos, el sello con el que vende sus artesanías en cuero –principalmente, cuchillos- a todo el país y varias partes del mundo. Es tan bueno y tan riguroso con sus trabajos que actualmente tiene alrededor de un año y medio de demora para un encargo.

Pero mucho más interesante es escucharlo a él contar lo que hace y cómo lo hace. Así que en su taller, mate de por medio y al calor de una salamandra nos cuenta su vida.

Fotos: María Pozzi
Fotos: María Pozzi

¿Cómo te definirías en base a lo que sos y a lo que hacés?


Mirá, la verdad me defino como una persona que hace lo que le gusta, básicamente. Trato de hacerlo lo mejor posible y disfrutar de lo que hago. Que no sea un trabajo.

¿Y en cuanto a lo que hacés? Si yo te pregunto, ¿qué sos vos?


Soy artesano. En un principio te podría decir que se trata de mantener una de las artesanías más típicas del país. Esa es una parte que me gusta. Dejando ya de lado ese aspecto más folclórico o tradicionalista, es algo además que puedo hacer solo, no dependo de nadie. Y eso es realmente lo que busco.

Te definís como un artesano, artesano en cuero, más precisamente. ¿En qué consiste este oficio?


La artesanía en cuero crudo, o soguería, es un arte que ya lleva 200 años, por lo menos, acá en Argentina. Se hace con cuero natural, sin ningún químico, y se trabajan dos tipos de cueros: por un lado el cuero vacuno, que puede ser novillo, vaca, ternero, toro; y, por el otro, de donde se sacan los tientos, cuero de caballo, de cabra y algunas otras variantes. Pero principalmente consta de esos dos tipos de cuero.

“Yo vivo 100% de esto. Vivo bien, como yo quiero. (…) La calidad es algo que no voy a resignar hasta que me dé la vista. Pero cada tanto me sale el artista, hago algo nuevo y vuelve ese fuego interno.”

¿Cómo y hace cuánto empezaste en esta actividad?


Mi abuela tenía un campo al que íbamos siempre, y arranqué ahí con lo más básico, haciendo o arreglando alguna rienda. Cuando tenía, no sé, diez años.

¿Cómo la arreglabas?


Estaban los paisanos en el campo y, por lo general, todos siempre tienen una lezna y algún tiento para coser. Es como coser con aguja e hilo, pero en el campo se usa lezna y tiento. Después pasé muchos veranos de mi infancia en Curuzú Cuatiá, Corrientes, en el campo de un amigo, donde usan mucho la trenza. Yo probaba hacer lo mismo con hojas de palmera. Y ahí le empecé a tomar el gusto, siempre como un hobby, obviamente; después intenté haciendo alguna pulsera, tratando de conquistar a alguna chica.

Pero bueno, la primera idea fue estudiar, como siempre mis viejos me decían, y arranqué con agronomía. Pero iba a la clase y me ponía con los cueros todo el día.
Así que completé solo, creo, tres años, y después me dediqué a lleno a la soguería. Y hace ya 22 años que me dedico a lleno.

¿Y tenías algún referente en esos comienzos? ¿Cómo te profesionalizaste en el tema?


Mi hermana me regaló un libro. Yo siempre fui muy vago en el colegio, pero cuando me daban un libro de algo que me gustaba, me metía de lleno. El primer referente que conocí fue Luis Alberto Flores, que, seguro, fue el tipo que más hizo por este arte en el país. Además era profesor, pero yo no fui alumno suyo, porque me quedaba muy lejos. Pero sí aprendí mucho y logré una cierta amistad. Él fue el primer referente.

Después, otro que me ayudó mucho fue Mario Eyerhabide, un paisano que conocí en La Rural. Y ahí ya se me abrió otro mundo, cuando empecé a conocer otros que hacían lo mismo.

Hablamos de que sos un artesano. ¿Te considerás también un artista, en cierta forma?


Sí. Lamentablemente, bah, no sé si lamentablemente, pero tengo muchísimo trabajo y hay veces que dejo un poco el arte de lado y sigo en la artesanía nomás.

Yo creo que el arte es crear siempre cosas nuevas. Y me estoy dando cuenta que a veces dejo de crear cosas nuevas para enfocarme en hacer lo que hago, lo mejor posible, digamos; que la pieza esté perfecta. Va ser muy parecida a otra que hice antes, entonces, me enfoco más en cumplir con los pedidos. No sé si me explico bien.

Fotos: María Pozzi
Fotos: María Pozzi

Sí, es dejar un poco la creatividad de lado y comprometerte con el producto que ya tenías pensado


Exacto. Es un tema, que pasa mucho entre artistas o artesanos. Que sacan piezas buenísimas, pero en cierta forma “perdieron” una semana tratando de crearlo. Eso es algo que quienes te encargan el trabajo no lo pueden ver, y no tienen por qué verlo. De esa forma se puede ir perdiendo a los clientes y, al final de cuenta, si no los tenemos a ellos, no podemos vivir de esto.

Porque vos vivís de esto


Yo vivo 100% de esto. Vivo bien, como yo quiero. Fue cuando lo hice de manera un poquito más profesional que dejé al artista de lado, si se quiere. Pero sin perder la calidad, eso es lo primero. La calidad es algo que no voy a resignar hasta que me dé la vista. Cada tanto me sale el artista, hago algo nuevo y vuelve ese fuego interno.

“Soy de arrancar muy temprano: cuatro de la mañana, cinco, ya me vengo para acá (para el taller). Trato de mantener, eso sí, una constancia: por día, sí o sí, tengo que trabajar ocho horas. Hay días que trabajo doce, hay días que trabajo ocho y me sale mal algo y lo perdí, pero la constancia la mantengo siempre.”

¿Son los artesanos una raza en extinción, si se quiere?


No, yo creo que cada vez se valora más lo artesanal. Las redes sociales e Internet, ayudaron muchísimo.

No sé si se paga lo justo, pero si el artesano es bueno, le pueden pagar lo que pide, digamos. Muchas veces, en otras partes de Argentina cobran miserias.

En este oficio de la soguería, hay más gente ahora que hace 20 años. Tipos de 60 años son pocos los que hay, son más de entre 30 y 40 años.

Luis Flores tuvo mucho que ver también con eso, en el resurgir de la soguería. Hoy en día vas a La Rural y se puede ver varios exponentes.

Yo hago un trabajo muy fino, pero hay otros excelentes que trabajan en cosas más gruesas. Todos están tapados de trabajo y lo pueden vender bien. Los que son buenos en lo que hacen, y apuntan a algo definido, están bien.

¿Cómo es un día normal de trabajo para vos? Tus horarios y tu esquema.


Yo vivo en una casa, una quinta, y tengo el taller a 50 metros de casa. Así que, me levanto y ya está. A lo sumo, es prender la salamandra. Prendo la de la casa, para mi mujer y mi hija, y después la del taller. Y soy de arrancar muy temprano: cuatro de la mañana, cinco, ya me vengo para acá (para el taller). Trato de mantener, eso sí, una constancia: por día, sí o sí, tengo que trabajar ocho horas. Hay días que trabajo doce, hay días que trabajo ocho y me sale mal algo y lo perdí, pero la constancia la mantengo siempre.

Entonces, es trabajar hasta el mediodía, una religiosa siesta y después salgo más a la tarde.

Tu marca, casi desde los inicios, es 32 Tientos. ¿Por qué elegiste ese nombre?


Como te decía, cuando yo arranqué y decidí dedicarme a esto, como a los 20 años, mi cuñado, el marido de mi hermana, me decía “si lo hacés, hacelo bien”. Porque yo era más hippie, con que me alcance para tomar una cerveza, ya estaba. Y me dice, “ponele una marca”. Entre varios amigos hice algunas encuestas, a ver qué decían. 32 es múltiplo de varios números y se pueden hacer varias tramas, entonces mi cuñado me dice “che, ¿y no te gusta 32 Tientos?” Bueno, puede ser. Fue una de las opciones y quedó. Pero básicamente es porque hacía varias trenzas y tejidos con esa cantidad de tientos.

¿Y hoy qué cantidad de tientos usás, por ejemplo, para hacer el cabo de un cuchillo?


No, claro, ahora es muy superior, 96 tientos. En realidad, cuando yo digo 96 y son 48 que van y vuelven. Pero son 96, hechos de160 tientos. Eso fue, como bien decís, en mis inicios, que eran cosas más simples.

¿Qué piezas son las que más te piden? ¿Los cuchillos, quizás?


Sí, los cuchillos siempre me gustaron. Me encanta la pieza en sí. Y hoy en día es lo que más me gusta hacer, en lo que mejor soy y en lo que me destaco. Hago cinturones también.

Riendas de caballos, nunca fui de hacer, solo las mías. De trabajo, más gruesas, para andar todos los días, para domar, para entrenar o para palenquear un potro. Y cabezadas de lujo, como para desfiles, es algo muy lindo de hacer, pero por ahí me lleva cuatro meses. Entonces, ya medio lo dejé de lado porque me atraso con todos los otros pedidos.

Vamos a los cuchillos, entonces. ¿Cómo es el proceso?


Las hojas no las forjo yo, uso, casi siempre hojas antiguas. Tengo familia en Alemania y me consiguen hojas de mesa de 100 años y yo las restauro, las acomodo.

¿En Alemania o en Europa, por algo en especial? ¿Son mejores, son más tradicionales?


Son hojas de 100 años, de Solingen. No es, como muchos piensan, que la marca es Solingen, sino que es una zona de Alemania donde se usaba, se extraía acero y eran muy buenos forjadores, de muy buena calidad y el formato también era muy lindo. Es un acero un poco más blando y se afila muy rápido, esa es la ventaja que tiene. Acá en Argentina, o en Uruguay, nos gusta mucho ese tipo de acero. En Europa no se le da mucha bolilla, se usa todo inoxidable, por eso es que las consigo allá. Acá se han hecho hojas muy lindas, pero después se fue perdiendo y no hay tanta cantidad como había en Alemania. Eso con respecto a las hojas.

En cuanto al tejido, cuando me llega la hoja, ya hago todo acá en casa, no dependo de nadie. Primero se tornea la madera del cabo y luego el tejido. Lo más importante del tejido es la materia prima, probablemente. Esa no se puede comprar o, mejor dicho, hay muy pocos lugares donde se venda bueno.

Para los tientos se utiliza cuero de caballo, muy finito, de potrillo o de caballos de polo o pura sangre. Hay gente que prepara muy bien y le he comprado algo, pero en general los preparo yo. Me avisan cuando un caballo está quebrado y hay que sacrificarlo, o cuando se murió o un potrillo o ha sido nonato. Yo voy, saco el cuero y lo preparo. En la zona en la que estoy hay muchos clubes de polo, entonces tengo un par de contactos que me avisan.

Después, uno puede estar dos días haciendo un trabajo con 100 tientos y si se empiezan a cortar, hay que tirar el material, chau, se perdieron; los días y los tientos.

Fotos: María Pozzi
Fotos: María Pozzi
“No sabría decir qué es, pero yo veo un cuchillo y sé que es mío, y el que me compra mis cuchillos también.”

¿Suele pasar o es algo más excepcional?


Me pasaba más al principio. Ahora testeo bien y no arranco un trabajo si no estoy seguro sobre el material. O sea, trabajo desde cero. Si hoy en día me mando una macana, es culpa mía, probablemente, no del material.

Después de terminar el tejido muchas veces hago la platería también, si es que lleva esa terminación. Y, por último, la vaina.

Un cuchillo me puede llevar una o dos semanas de trabajo, pero es un proceso que se inicia consiguiendo la materia prima. Igualmente, yo siempre estoy estoqueado de cuero de vaca y el de potro.

¿Tenés algún sello personal a la hora de identificar tus trabajos?


Hace muchos años, vivía con mis viejos todavía, vino Máximo Coll, un soguero que junto con el hijo preparaba muy buen material. Estaba vendiendo unas hojas y me vino a ver a casa. Cuando vio mis cuchillos me dijo, “están bien, pero lo principal es que vos te distingas, que vos veas un cuchillo tuyo y sepas que lo hiciste vos”. Y hoy en día es algo que me lo dicen varios clientes, si bien hay varios que están arrancando y por ahí hacen dibujos parecidos a los míos.

No sabría decir qué es, pero yo veo un cuchillo y sé que es mío, y el que me compra mis cuchillos también.

Ya nos contaste qué es lo que más disfrutás de tu trabajo. Te quería preguntar, entonces, qué es lo que menos disfrutás.

Sí, lo primero, tal cual, que todo depende de mí y no de otro. Muchas veces me han dicho, “che, si tienes tanta demanda, ¿por qué no agarrás a algún empleado?” Y yo digo, no, porque ya estaría haciéndome de mala sangre, porque por ahí no me gusta cómo lo hace. Entonces, de las cosas que más disfruto es, hago todo yo solo.
Y no depende de nada.

Mi siguiente pregunta iba a ser si consideraste tener empleados alguna vez o no…


¡Ah, sí, no! Yo antes tenía muchos alumnos. Hoy en día no doy más clases, pero pensé en que alguno me dé una mano, que haga algo, pero no; lo rechacé por completo. Prefiero hacer trabajo de más calidad, menos cantidad, y no renegar.

Y decime qué es lo que menos disfrutás


Lo que menos disfruto es que si yo no trabajo, no produzco. Y no por el hecho de la plata. Otro puede tener empleados y tener la libertad de estar haciendo otra cosa, y saber que la maquinita sigue marchando. Yo a veces tengo la presión esa; o la culpa. Si no estoy trabajando, me estoy atrasando, y eso, como que me queda ahí en el bocho.

Así y todo, me voy a pescar, me voy a cazar. Pero siempre tenés eso ahí: la culpa que queda de que para mí tendría que estar trabajando. Eso es de las pocas cosas, nomás que me molestan, después es todo favor.

Aparte de ser artesano en cuero, hacés otras actividades, las cuales, hasta comercializás. Es decir, más allá de que sean hobbies, sos diestro para otras cuestiones. ¿Cuáles son esas otras actividades que hacés y cuáles te gustan más?


Me doy maña con la carpintería. En un momento empecé a vender también, algunas cosas, todas rústicas, porque las hacía de árboles, con motosierra. Hasta que me llegó un primer encargo. Y ahí dije no, porque cambia mucho lo que es un hobby a un encargo. Y dije no, no vendo más nada en madera; lo hago cuando tengo un tiempo, o para casa, o lo regalo.

Después preparo cerveza casera, para consumo propio, aunque en su momento también he vendido. Me gusta cocinar, hago salames. En fin, trato de hacer lo que más se pueda casero. O sea, la idea es no salir de casa, básicamente. (risas)

Por último, ¿hay que tener un talento para poder hacer esto y vivir de esto?


Yo creo que sí, un cierto talento tenés que tener. Porque yo podría decir, quiero ser futbolista y por más que me ponga... Sí, quizás llegaba a jugar en la B, pero nunca hubiese sido uno bueno.

Pero algo de talento tenés que tener. No alcanza con eso, porque eso es solo un 50%. El otro 50% es meterle todos los días, es actitud y trabajo.

Están los dos casos. Por más que metas 12 horas, si no tenés un cierto talento, no vas a avanzar mucho. Y al revés también; podés ser un crack, pero si no metés trabajo, terminás perdiendo los clientes.

Publicado 05/06/2024
Por Lucas Argüelles
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