Entre 1860 y 1930, la Argentina recibió alrededor de seis millones de inmigrantes europeos: la mitad de ellos se establecieron de forma definitiva en un país que se estaba organizando como tal, después de la sanción de la Constitución Nacional de 1853. La realidad es que los grupos dirigentes de la época consideraban la necesidad de poblar el territorio con personas que, además de su fuerza de trabajo, aporten su historia cultural.
En esa línea, durante el gobierno de Nicolás Avellaneda se sancionó la Ley Nacional de Inmigración y Colonización (1876). Entre otras cosas, establecía que los recién llegados tenían derecho a ser alojados y mantenidos por el Estado argentino -por un plazo de cinco días- en el Hotel de Inmigrantes, cercano al puerto de Buenos Aires, además de cubrir los gastos de traslado a los lugares donde encontraran trabajo y decidieran establecerse.
"Es posible identificar algunos rasgos comunes en la experiencia de los miles y miles de inmigrantes que llegaron a la Argentina. Diferentes personas, distintas nacionalidades, unieron sus historias en un itinerario común. La mayoría eran varones”, puede leerse en el texto “Los que vinieron en los barcos”, del historiador Luciano de Privitellio.
Si hay una impronta cultural que se nota en la mayoría de las ciudades de Chubut, es la galesa: más aún, casi en ninguna otra provincia del país se han formado colonias tan grandes como en esta. El 28 de julio de 1865 desembarcaron en Golfo Nuevo –actualmente, Puerto Madryn- 153 inmigrantes: hombres, mujeres y niños que provenían de distintos condados. A bordo de la nave Mimosa, trajeron consigo los elementos indispensables para formar su nuevo hogar y algunos elementos para realizar trabajos agrícolas.
En busca de agua dulce, se instalaron en la margen norte del río Chubut y fundaron lo que luego sería la capital provincial, Rawson, en honor al Dr. Guillermo Rawson, ministro del Interior del presidente B. Mitre, y quién había ayudado para se establecieran en la Patagonia.
Desde ese entonces a esta parte, los galeses desarrollaron su cultura manteniendo su idioma, su religión y sus costumbres. Hoy se puede ver esa herencia en 18 capillas protestantes neogóticas, en su arquitectura - casas de piedra, de ladrillo y chapa-, en la actividad coral que reúne a la comunidad en diversas ceremonias, y -por supuesto-, en el té galés: un servicio de tortas, panes y dulces caseros que unió la tradición gastronómica de Gales con los productos que encontraron en Chubut.
Hay dos hechos separados en el tiempo pero que simbolizan el vínculo y la influencia germánica en Argentina: por un lado, el alemán Ulrico Schmidl, que participó de la expedición de Pedro de Mendoza en la fundación de Buenos Aires y dejó crónicas de sus viajes con un inmenso valor histórico; por el otro, su compatriota Alberto Prebisch -hijo de un inmigrante alemán nacido en Dresde-, que fue el arquitecto que diseñó el Obelisco, cuya construcción estuvo a cargo de la filial local de la empresa alemana Siemens-Bauunion.
Según datos oficiales, hacia 1920 vivían en Argentina alrededor de 150.000 alemanes (un 2.3% de la población total), mientras que, en 2009, la Embajada Alemana informó que unas 600.000 personas con algún antepasado alemán residían en territorio nacional. Buenos Aires (39,5%), CABA (28%), Córdoba (8,5%), Misiones (4%), Río Negro (3%) y Santa Fe (3%), en ese orden, los lugares con mayor cantidad de ciudadanos de bandera teutona (8.500) en Argentina (Censo 2010).
¿Cómo fue conformándose la comunidad? Los primeros inmigrantes llegaron en 1825 por la gestión de Karl Heine, un alemán que fue enviado a Europa por el gobierno argentino para atraer pobladores. Logró reunir a 311 personas con las que navegó hacia América del Sur, pero al llegar a Montevideo -en plena guerra de Argentina con Brasil-, el barco fue interceptado y los migrantes permanecieron prisioneros durante tres meses. Cuando lograron escapar, las autoridades dispusieron que los recién llegados fueran alojados en un edificio desocupado perteneciente a los jesuitas y ubicado en la Chacarita de los Colegiales.
A partir de 1878 comenzaron a arribar los alemanes que provenían de las riberas rusas del río Volga. Y en los ‘30 llegaron numerosas familias judías que escapaban del hostigamiento y la persecución antisemita organizada por el nazismo: muchos de ellos debieron ingresar en forma clandestina, ya que la inmigración al país estaba oficialmente cerrada. Luego de concluida la Segunda Guerra Mundial, varios integrantes del Tercer Reich se ocultaron aquí para evadir los enjuiciamientos por sus responsabilidades en el Holocausto y en la guerra.
Una variedad de inmigración que dio lugar a un amplio abanico de corrientes políticas internas: asociaciones liberales antifascistas, como en el caso de los intelectuales reunidos en torno al periódico Argentinisches Tageblatt (1874); otros abiertamente partidarios del nazismo; también socialistas, comunistas y progresistas que crearon sus propias instituciones, como la Asociación Vorwärts.
Los orígenes de la colectividad armenia se remontan a las dos primeras décadas del siglo XX, con el arribo al país de numerosas familias que huían del genocidio perpetrado por el Imperio Otomano (1915-1923).
Lo cierto es que resulta complejo establecer un número preciso de inmigrantes ya que al ingresar al país las autoridades locales no consideraban el lugar de nacimiento, sino el de procedencia. De este modo, muchos figuraron como provenientes de Grecia, Siria o Líbano, en donde se habían refugiado del asedio turco - se calcula que aproximadamente 2 millones de personas fueron víctimas de deportaciones forzadas y de exterminio-.
De acuerdo con el censo de 1936, representaban el 0,12% de la población total de la Ciudad de Buenos Aires; y según un relevamiento publicado por el diario Armenia, en 1942 el número había crecido a 18.700, incluyendo a los asentados en la ciudad y sus alrededores. Gran parte de sus instituciones se instalaron en Palermo, por eso a esa zona se la conoce como “Palermian”, una mixtura entre el nombre del barrio y la terminación “ian”, que en los apellidos armenios significa “hijo de…”.
Se calcula que, en la actualidad, sumando a los descendientes de las primeras generaciones y a los llegados más recientemente, la colectividad cuenta con alrededor de 40 mil personas, aunque otras versiones hablan de más de 100 mil. La gran mayoría -un 80%- está radicada en CABA y en algunos partidos del área metropolitana, especialmente en la zona de Valentín Alsina, pero también existe una colectividad numerosa asentada en Córdoba.
El barco en el que viajaba el primer grupo en instalarse formalmente en el país tenía otro destino: Estados Unidos. El tema fue que cuando llegó a destino, no cumplían los requisitos para permanecer allí, por lo que sus opciones eran regresar a su tierra o bien tomar otro rumbo. Así fue como se les habló de Argentina, como un lugar lleno de oportunidades y mucha tierra para trabajar.
Provenientes de Galitzia Oriental, territorio del Imperio Austrohúngaro dividido hoy entre Polonia y Ucrania, el registro de 1897 cuenta que muchos de ellos se instalaron en Misiones, y otros tantos se quedaron en La Plata y en la Ciudad de Buenos Aires.
Si bien hasta 1919 los inmigrantes polacos eran registrados como rusos, alemanes o austríacos, hasta 1945 ocuparon el cuarto lugar entre las colectividades de inmigrantes -después de Italia, España y Alemania-: se estima que entre 1921 y 1976, 169.335 polacos se instalaron permanentemente en el país y actualmente son unos 500.000 argentinos descendientes de esa bandera.
Entre 1946 y 1950, se dio el arribo de refugiados de guerra -en su mayoría ex soldados- que luego de pelear en la Segunda Guerra Mundial no tuvieron lugar en la Polonia comunista: los “dipis”. Este grupo de inmigrantes también estuvo compuesto por nobles que perdieron todo a manos de los nazis y los soviéticos. Se trató de familias terratenientes de antiguos vínculos con la realeza europea que pasaron de tener todo a empezar con nada en Argentina, muchos de ellos intelectuales que influyeron enormemente para mantener y difundir la tradición polaca.
La gran oleada migratoria
Entre 1869 y 1895 se duplicaron los habitantes de la Argentina. Ya en 1904 se registraron 125.567 ingresos, y dos años después superaban los 252.000. ¿El año de mayor afluencia? Fue 1913, con la llegada de 302.047 inmigrantes, mientras que en 1914 la población era de 7.885.237 personas. ¡Alrededor de 2 millones de extranjeros ingresaron en solo una década!
Dentro de las distintas nacionalidades de origen, se destacan la italiana – con el 59,36%- y la española -con el 40,64%-: entre 1857 y 1920, llegaron al país 2.341.126 y 1.602.752, respectivamente. Si bien los primeros fueron mucho mayores en número, también fue mayor su emigración. La inmigración española fue más estable, tal vez por el idioma y los usos y costumbres semejantes de la población nativa que, en definitiva, procedía -en su historia- de la misma España.