De espaldas al Valle de la Luna, este millonario cofre de la arqueología y la paleontología muestra a los turistas curiosas visiones de petroglifos y de enormes figuras talladas por el paso de los años y los golpes del viento. Su sobrevida arranca en el período Triásico inferior y su suelo alberga un sinfín de misterios nacidos hace millones de años.
La Rioja está unida a la historia del país por la fuerza de caudillos como Vicente Peñaloza y Facundo Quiroga, quienes se movían por las tierras del este de la provincia, una zona baja y con llanos. En el resto de su composición geográfica, prevalecen los cerros y las montañas. Limita con cuatro provincias: San Juan, San Luis, Córdoba y Catamarca; y también con la República de Chile, de la cual la separa la cordillera de los Andes.
Antigua provincia minera, hoy es fuerte en la producción de vinos y en la industria del turismo.
Hace algunos años, tuve la suerte de recorrer durante cuatro días los quince kilómetros del cañadón con una patrulla de gendarmería, y la fascinación por lo visto me acompaña hasta estos días.
El Cañón de Talampaya abarca unas 270 000 hectáreas y está ubicado entre las sierras de Sañogasta y Los Colorados; junto a Ischigualasto, forman una enorme cuenca de unas 600 000 hectáreas de superficie. Una de sus singularidades es el fuerte contraste orográfico que se presenta con elevaciones que llegan a los 1300 metros sobre el nivel del mar, formadas por enormes paredones de piedra rojiza y extensiones desérticas sobre las cuales se elevan caprichosas figuras, moldeadas por el viento que las golpea.
La fantasía y el antojo popular les pusieron los nombres a sus principales figuras con un curioso sentido litúrgico: la Catedral, los Reyes Magos y el Monje. Esta última formación rocosa, cuya altura ronda los 50 metros, es tal vez la más imponente, y se suma a muchas otras, como la Tortuga, el Botellón, el Tótem, los Balcones y el Tablero de Ajedrez. Siguiendo hacia el interior, el visitante se encontrará con la falla geológica más importante del cañón, bautizada con el nombre de Ciudad Perdida.
La fantasía y el antojo popular les pusieron los nombres a sus principales figuras con un curioso sentido litúrgico: la Catedral, los Reyes Magos y el Monje. Esta última formación rocosa, cuya altura ronda los 50 metros, es tal vez la más imponente, y se suma a muchas otras, como la Tortuga, el Botellón, el Tótem, los Balcones y el Tablero de Ajedrez.
La ciencia moderna ha descubierto que la transformación de este territorio, que antes fuera absolutamente verde y con un clima húmedo, se ha debido a la disminución de los vientos que soplaban desde el océano Pacífico, lo que alteró dramáticamente las condiciones climáticas y provocó la desertificación que acabó con casi todo vestigio de vida.
En la actualidad, la riqueza faunística de Talampaya incluye pumas, zorros, reptiles, águilas, halcones y cóndores, entre otras especies. Por citar un caso, en las mesetas de los altos paredones, es posible escuchar los alaridos de los guanacos que son atrapados por las aves rapaces en la sangrienta lucha que deben enfrentar para alimentarse.
Este paisaje yermo está apenas retocado por algunos bosquecillos y matas que, como lánguidos mechones, salpican tanta aridez. La milenaria existencia del ahora parque nacional acumuló petroglifos y morteros colectivos de su vida anterior, que pueden verse junto a las figuras zoomorfas, en el sector conocido como la Pizarra, cuya longitud alcanza los 15 metros.
Sopla el viento por este corredor de unos 15 kilómetros de largo, y el calor tórrido de buena parte del día deja de sentirse al llegar la noche, cuando inevitablemente se siente el frío del desierto. Fascinante es lo que se vive un rato después, cuando el firmamento le da paso a la impresionante bóveda azul.
Hoy, por su importancia, el Cañón de Talampaya ha logrado ser calificado por la Unesco como Patrimonio de la Humanidad. Es que el reloj de la naturaleza no corre en vano: trae la vida renovando lo que ha muerto para así lograr el equilibrio necesario y permitir que todos lo disfruten.
Dos figuras se roban el escenario: el Monje y, muy cerca, el Botellón. Para sacar una fotografía creativa, recomiendo apostarse a la madrugada para esperar la salida del sol y tomar la instantánea con las imágenes delineadas a contraluz.
Lo que hay que saber
Villa Unión, a 55 kilómetros del parque, es la ciudad más cercana. Desde el Valle de la Luna, hay que recorrer solo 60 kilómetros; y, desde la capital riojana, hay 200 kilómetros, aproximadamente.
Todos los días del año en temporada de invierno se realizan excursiones entre las 8 y las 18 horas, solo con las empresas autorizadas por la Administración de Parques Nacionales. No se permite la entrada con vehículos particulares. La duración de las excursiones es de dos horas y media y se recomienda llevar calzado cómodo, gorra y protector solar. Para mayor información sobre las distintas temporadas y otros datos, conviene entrar a la página web: www.talampaya.com
Quienes se interesan por la vitivinicultura y disponen de más días, tengan en cuenta que La Rioja es una antigua productora de excelentes vinos. Sus plantaciones se originaron en el año 1590 y sus principales bodegas están instaladas en el Valle de Famatina. Su medalla de honor es el conocido torrontés riojano.