Viajes y Gastronomía
Café Tortoni: La importancia de ser notable
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Por Carlos Manuel Couto
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Duplicado de su antecesor parisino, el Tortoni argentino es desde 1858 un testigo indiscutido de la historia de Buenos Aires. Centro predilecto de reunión de grandes personajes argentinos, un siglo completo le quedó chico para ser uno de los más famosos café de la Capital Federal. A orillas de la Avenida de Mayo, huele a pasado, presente y a un futuro asegurado.

SOLO VIVE LO QUE CONTINÚA (César Tiempo)


Hay en Buenos Aires noventa y dos “bares notables” que pertenecen al “Patrimonio Cultural de la Nación”. Todos, como El Estaño (1880), La Biela (1850), El Federal (1864), Las Violetas (1884), La Cosechera (1890) o Los 36 Billares (1894), cargan una mochila llena de nostalgias por un pasado que fue, y que no volverá a repetirse.

La historia conocida cuenta que Jean Luc Toani fue el inmigrante francés que lo fundó a imagen y semejanza del Tortoni francés que funcionaba en el “Boulevar des Italiens”, dónde se reunía la elite de la cultura parisina de aquellos años. Aquí en argentina, la sola mención de la palabra Tortoni, convoca clientes que llegan por nostalgia, por costumbre o porque este clásico café porteño ya figura en las principales guías del turismo mundial. La historia cuenta que en sus salas funcionó la peña literaria de mayor predicamento de Buenos Aires, encabezada por el gran pintor Benito Quinquela Martín, cuyo abuelo trabajó como mozo. Quinquela, que iba en su adolescencia a comer tostados mixtos y a jugar al pool, ya nunca abandonó su amor por la cafetería, y su peña (Agrupación Gente de Artes y Letra) funcionó desde 1926 hasta su desaparición en 1943.


El origen del nacimiento del Tortoni se nutre de diferentes historias. Una de ellas cuenta que la primera cafetería estuvo instalada en la calle Defensa al 200, en tanto que la segunda versión, lo ubica en Rivadavia y Esmeralda, con Monsieur Touan como propietario. Al cabo de algunos años, en 1880, fue trasladado a su actual domicilio en la planta baja de la residencia de Saturnino Unzué. Dos años después, el intendente Torcuato de Alvear inició la construcción de la actual Avenida de Mayo, inspirada en los bulevares franceses. Por entonces, el Tortoni tenía una segunda entrada (hoy cerrada) por la calle Rivadavia. que daba acceso directo a los billares, y a finales del siglo XIX, la confitería es comprada por otro francés, Celestino Curuchet, que vivía en la planta alta del edificio.


TODOS ERAN NOTABLES

Ninguna confitería porteña ni del interior del país fue visitada por personajes tan notables. Artistas de todas las disciplinas, como escritores, poetas, músicos, pintores y figuras de la política nacional y extranjera (como el rey Juan Carlos de España) recalaron en las mesas del Tortoni. Por solo mencionar algunos, podemos evocar a **Baldomero Fernández Moreno, Alfonsina Storni, Juana de Ibarbourou, Arthur Rubinstein, Lisandro de la Torre, Conrado Nalé Roxlo, Roberto Arlt, José Ortega y Gasset, Jorge Luis Borges, Florencio Molina Campos, Carlos Gardel **(que cantó allí dos veces), Juan Manuel Fangio, Albert Einstein, Federico García Lorca, Leopoldo Lugones y muchos otros.


Durante doce años (1962-19749) un grupo de escritores que frecuentaba la confitería y entre los que se encontraban Abelardo Castillo, Humberto Constantini, Liliana Heder, Isidoro Blaisten, Ricardo Piglia, Miguel Briante, Vicente Battista, Jorge Di Paola y Horacio Salas, dio origen a las revistas El Escarabajo de Papel, El Escarabajo de Oro y El Ornitorrinco.


La fama y el prestigio bien ganado son las constantes que le han permitido al Café Tortoni permanecer a la cabeza de los bares notables de la argentina. Hoy tiene su propio tango, “El viejo Tortoni”, con letra de Héctor Negro y música de Eladia Blázquez.

LOS MOZOS

El 75% de los pasajeros que llegan a conocer El Tortoni, son turistas de distintas partes del mundo. Pero todos, nativos o extranjeros se maravillan con los mozos, porque ven que escuchan los pedidos sin tomar nota. Es que, una condición sine qua non para conseguir trabajo como camarero es contar una memoria prodigiosa.

Carlos Gardel fue durante mucho tiempo un habitué del Tortoni, a punto tal que cantó dos veces en la confitería. Según el compositor Enrique Cadícamo, Gardel ocupaba siempre la misma mesa: la del costado derecho, junto a la ventana, entrando por la calle Rivadavia.


Publicado 21/09/2023
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