Viajes y Gastronomía
Farmacia La Estrella: Una joya lujosa de Buenos Aires
Por Carlos Lazzati
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Si el viejo barrio de Monserrat contara la historia del Buenos Aires del siglo XIX , estaría entre las más ricas de la Argentina moderna, porque tiene el privilegio de estar ubicado en el casco histórico. Alberga en su ejido varios edificios antiguos, entre los que está, precisamente, la farmacia De La Estrella.

Como muchos edificios importantes de la ciudad, el de la farmacia De La Estrella, en la esquina de Defensa y Alsina, convive con la iglesia de la Virgen de Monserrat, construida en el año 1750 a pedido del chacarero catalán Juan Pedro Serra.


¿Por qué es famosa la farmacia De La Estrella?

Fue el doctor Bernardino Rivadavia quien en 1834 encargó a Pablo Ferrari, un importante bioquímico y botánico, la dirección de la misma, hasta que años después sumó una droguería a la farmacia, llegando a ser la más antigua de nuestro país y la más importante de Sudamérica. Desde un punto de vista arquitectónico, el edificio y su interior conforman por su mobiliario y pinturas una verdadera obra de arte, con cristales de murano, pisos de mayólicas venecianas, estanterías de nogal, mármoles de carrara y los frescos en los cielorrasos realizados por el pintor italiano Carlos Barberis, llegado especialmente para esa tarea; fantásticos frescos que, por su simbolismo, impactan porque aluden a “la salud”, “la enfermedad” y “la farmacopea”.

La Estrella es considerado el comercio más antiguo de Buenos Aires, ya que desde su fundación no ha dejado de funcionar; parte de su fama se debe a la originalidad de algunos productos de venta como la Limonada Rogé, la hesperidina, (considerada un tónico) y las píldoras para la tos Parodi.

La política y el arte, presentes


Como ocurrió con la Librería de Ávila, en sus amplios salones próceres de la época como Carlos Pellegrini, Bartolomé Mitre, Julio Argentino Roca y Nicolás Avellaneda, entre otros, realizaron tertulias políticas sobre la actualidad y el futuro del país.

En Buenos Aires vivían en esa época unos cuarenta mil habitantes, por lo que la farmacia De La Estrella contaba con una importante clientela, teniendo en cuenta a los porteños nativos y a la corriente inmigratoria de la época. Sus recetas magistrales y un fuerte stock de medicamentos no solo alopáticos, sino también homeopáticos, respaldaron siempre su prestigio.

Cuentan algunos historiadores que, generalmente las farmacias que se iban inaugurando lo hacían cerca de alguna iglesia, ya que si algún vecino tenía una emergencia podía encontrarlas buscando los campanarios. Eran tiempos en que las pestes como la lepra, la fiebre amarilla, la sífilis y la tuberculosis eran focos de rápida propagación.

Muchas de estas enfermedades llegaron a puerto por la fuerte inmigración europea, sin ningún tipo de control. Pero también había pestes locales surgidas por la instalación de los mataderos, agravado por las calles angostas y el eterno clima húmedo porteño. Fue entonces cuando se produjo un fenómeno: la gente que vivía en el que hoy es el barrio de Monserrat emigró hacia el norte de la capital, escapando del cólera desatado en 1870; así sus viviendas se transformaron en grandes y hacinados conventillos, convirtiéndose en fáciles focos de propagación.

El éxito de venta de sus medicamentos, obligó a que la farmacia se expanda. En 1885 los propietarios construyeron un nuevo edificio en la calle Defensa 201, frente a la Basílica de San Francisco, cuyo local se ornamentó con detalles de gran valor artístico, sin reparar en gastos. Un dato curioso: cuelgan de las paredes dos grandes cuadros que representan con mujeres a La Química y La Botánica, y se presume que esas mujeres son las hijas del caudillo Facundo Quiroga y de Juan Manuel de Rosas. En 1898, Marcos Demarchi di Metrio, deja en manos de su hijo la conducción de la farmacia, que luego pasaría a ser una sociedad anónima. No hay dudas que la brisa de la historia acarició y seguirá acariciando por años a la Farmacia de La Estrella.

“El nacimiento de la Hesperidina se debe al estadounidense Melville Sewell Bagley, que cuando llegó a Buenos Aires fue empleado de la botica con fama de alquimista. Bagley se dedicó a mezclar hierbas destiladas y naranja hasta crear este tónico con efectos antioxidantes y digestivo, que rápidamente se transformó en un éxito comercial. En 1865, Melville, ya enriquecido, creó la fima Bagley. Y así, asociado a Marcos Demarchi, fundaron una fábrica de alimentos.”

La estrella que iluminó Buenos Aires

Su bien ganado prestigio farmacéutico se debe a las recetas magistrales y a la prestación de servicios de laboratorio homeopáticos y alopáticos, así como a la venta de un nutrido stock de productos de herboristería y perfumería. Ciento ochenta y cinco años respaldan la historia de La Estrella, hoy visitada y fotografiada por miles de turistas que pasean por el circuito histórico del barrio de Monserrat.
Publicado 10/01/2023
Por Carlos Lazzati
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